“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor.” (Mateo 9:36)
Esa mirada de Jesús no fue indiferente. Él sintió su dolor, entendió su quebranto y respondió con acciones concretas: sanando, enseñando, alimentando, abrazando… amando.
Creemos que esa misma compasión debe arder hoy en nuestros corazones. No basta con ver el dolor de nuestra ciudad desde la distancia. Debemos acercarnos, detenernos y actuar.
Así como en la parábola del Buen Samaritano, cuando otros pasaron de largo, hubo uno —un peregrino— que se detuvo, se acercó y mostró misericordia. Amó con hechos, vendando sus heridas y llevándolo a un lugar seguro.
Ese es nuestro llamado.
Somos Sembradores de Amor porque decidimos mirar como Jesús, detenernos como el buen samaritano, y servir con un corazón que combina compasión y misericordia.
No lo hacemos por reconocimiento. Lo hacemos porque Jesús lo haría. Porque Él nos amó primero.
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